“Bueno, no creo que
fuera más tarde de las 22,30 porque apenas iniciar la cena emitían un capítulo
de la serie Criadas y Malvadas, como todos los miércoles. Y, desde luego, no
cené absolutamente nada más”. Fue la respuesta
inmediata del aludido.
Tomó
el Inspector uno de los frascos de orina. Leyó en la tapa: muestra
correspondiente a D. Arturo Soria. Preguntó: “Sr. Soria, ¿reconoce Vd. esta firma como suya y el frasco como el
correspondiente a la muestra de orina que entregó?”
El
aludido tomó el frasco, leyó la etiqueta y revisó la firma. Destapándolo olió
el contenido. Dijo después: “Efectivamente,
inspector, esta es mi firma y el frasco
que contiene la muestra que dejé. Lo reconozco porque, al orinar, he
percibido un olor penetrante, igual que el que noto ahora”
“Bien, señores, Vds. ya
pueden marcharse”, dijo el Inspector dirigiéndose al
repartidor del restaurante y al Sr. Domínguez. Luego, indicó al Sr. Soria,
cuando aquéllos hubieron abandonado el despacho. “¿Quiere Vd. llamar a su abogado, o prefiere confesarlo todo? Vd. asesinó
a la señorita Laura Bermúdez”.
El
acusado soltó una carcajada y siguió saboreando su cigarrillo. “Vamos, inspector, ¿en qué se basa para
acusarme?. No tiene Vd. prueba alguna”.
“Eso es lo que Vd.
supone. Ha escrito en su declaración y después ha confirmado ante varios
testigos, que su cena consistió únicamente en pescado azul a la plancha y yogur
de soja. ¿Es correcto?” Terció el detective Antón.
“Por supuesto” dijo
Arturo Soria.
(continuará)
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