Hace pocos días falleció mi buena amiga Mila Garcia Casarrubios, tras dura enfermedad que no pudo resistir y sin que yo pudiera tener la ocasión de despedirme de ella, pues estaba ausente cuando nos dejó.
Nos unía una buena relación. Era amable, afectuosa, simpática...Era una persona excelente. Seguro que también tenía defectos, porque era humana. El más grave que pueda recordar es que tenía la manía de cambiar su perfil de Facebook.
A menudo, durante su enfermedad, le enviaba fotografías de paisajes o flores que siempre me agradecía, instándome a que hiciera una exposición. Estoy seguro que ,más que por la calidad de las mismas , era su afecto lo que la impulsaba a animarme.
Sin lugar a dudas su ausencia nos va a dejar un vacío difícil de llenar, pero el tiempo cura las heridas y, con su transcurrir, el recuerdo ya no será doloroso. No obstante, mi aflicción se reduce cuando, más que pensar en su pérdida , me centro en lo que he recibido de ella, gracias a su amistad.
Como creyente, tengo la seguridad de que habrá alcanzado la paz y disfrutará en otra dimensión. Más, si no fuera creyente, el hecho de haber formado parte de su vida, de nuestra vida, ya pondría de manifiesto que la amistad, el amor entre las personas es, de por sí, una forma de vivir muy parecida a la que podría disfrutarse en un hipotético Paraiso.
Espero que, aunque tarde mucho en producirse, en algún momento volveremos a encontrarnos, querida Mila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario